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Soy especialista en métodos y tiempos. En realidad mis estudios universitarios originariamente encaraban para otro lado, pero bueh… al final mi especialidad terminó siendo algo que amo hacer. Aún cuando soy mujer y eso provoca cierto resentimiento.
Porque entre fantasmas, no nos vamos a andar pisando la sábana: somos un país machista.
Todos los trabajos que encaré en este área fueron desarrollados en fábricas. Pasé por una fábrica de vasos plásticos, una de cajas fuertes, una de envases flexibles, y así podría seguir. Y el mito de que las fábricas son “propiedad” del jefe de fábrica es completamente cierto.
De todas formas, con el correr de los días, paso de ser
“la persona más odiada”: por establecer ritmos de trabajo demandantes pero accesibles
a ser
“la persona casi respetada”: cuando el orden reina y comienzan a verse los beneficios (cobrar salarios en tiempo y forma, descansos apropiados y ordenados, vacaciones organizadas, etc.)
Tal vez sea mi sangre japonesa la que reclama el orden. Pero sin dudarlo, es mi sangre italiana la que impone las formas.
Y no es extraño verme entre los obreros, demostrando por ejemplo que apilando con la mano derecha y embalando cada ocho filas ahorramos trece minutos por caja!!!!!!!
- Ves, que si hacés así te esforzás menos!!!!! Y después a la noche no te duele la espalda, ves!!!!! Terco, escucha cuando te hablo!!!!!!! – miles de veces se me oye, por sobre el ensordecedor repiqueteo de las máquinas y ante la mirada sorprendida de aquéllos que adoptan el método sólo ante las pruebas “en directo”.
Ensuciarme las manos y demostrar lo que en teoría es beneficio para patrón y empleado es una de las cosas que más amo de mi trabajo.
Casi tanto como demostrar que YO TENÍA RAZÓN!